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El drama de los robos de niños no dejó de constituir un execrable atropello. Aunque el objetivo fuera dotar a esas criaturas de una vida mejor, y alejarlas de la miseria y el desdén, simular su muerte para arrebatarlas a madres desvalidas, marginadas y estigmatizadas por una hipócrita moralidad social, nunca puede hallar el amparo de la justificación.
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